Fue ahí cuando Zeus armó su plan: hizo que el néctar y
ambrosía, sustancias que mantenían a los dioses jóvenes, sanos e inmortales,
fueran destilados de cada fruto que aparecía cada mañana. Pero también hizo que
los rayos del sol deterioraran los frutos para que ningún humano pudiera
consumirlos.
Hacía falta alguien que recogiera los frutos antes que
fueran dañados por los rayos solares. Esta tarea requería de una persona muy
rápida. Qué mejor que Fortuna. Cada mañana, antes de que el sol asomara,
Fortuna recorría, rápidamente y a toda velocidad, toda la tierra recogiendo los
frutos antes de que fueran dañados por el sol.
Contaban los griegos, que si uno atrapaba a la diosa Fortuna
en ese camino, los dioses se asustaban tanto, temerosos de perder su alimento,
que para que uno la liberara concedían el deseo que se quisiera.
Atrapar a la diosa Fortuna significaba tener lo que uno
quería. Pero atrapar a la diosa Fortuna no era fácil. En principio porque la
diosa Fortuna era muy veloz. Segundo porque tenía un capricho muy extraño:
odiaba que su pie pisara su huella. Por eso, jamás pasaba dos veces por el
mismo lugar.
Hay que pensar varias cosas si uno quiere atrapar a la diosa
Fortuna:
Es imposible atrapar a la diosa fortuna persiguiéndola desde
atrás. Hay que verla venir. Porque si uno quiere seguirla desde atrás, jamás la
alcanza porque corre más rápido que nadie.
Además, hay que estar alerta, porque si pasa a tu lado y no
estás alerta y te perdiste el momento de atraparla, estás listo.
De qué se trata esta historia. He vivido toda mi vida en
alerta y he visto a la Fortuna cuando venía; estaba alerta y la atrapé cuando
se acercó.
¿Por qué siempre cuento que tuve esa suerte? Hay otros más
capaces, más inteligentes que yo. Y todavía no les ha pasado que la diosa
Fortuna venga hacia ellos. Si ellos siguen buscando la van a encontrar.
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