Conocieron desde el IV milenio a.c. un desarrollo astronómico
muy polifacético.
Muchas de sus observaciones han llegado hasta nuestros días,
se conocían con gran exactitud las evoluciones sinódicas de los planetas, la periodicidad
de los eclipses, etc.
Su aproximación a la órbita exacta de Venus daba un error de
un día en 6 000 años. Sus tablas de eclipses se remontaban cientos de años
atrás, y preveían con exactitud los que habrían de suceder después de cientos
de años. En sus códices se estudian las orbitas de Marte, Júpiter y sus lunas,
Mercurio, Saturno, Venus, la Luna, la Estrella polar y las constelaciones de
Orión, Géminis y las Pléyades. Además establecen los puntos de referencia de
los planetas entre si e incluso sus respectivas posiciones respecto a la
Tierra.
Los mayas operaban con dos calendarios simultáneamente: el
Tzolkin o año sagrado, año de los dioses, y el Haab, o año terreno, necesario
para conocer las estaciones del año y de la agricultura. Un ciclo del
calendario maya puede tener 52 años terrenos con 365 días o 73 años deíficos
con 260 días.
Para ajustar la duración de su calendario a la órbita real
de la Tierra (lo que nosotros hacemos añadiendo un día cada 4 años), los mayas
añadían 13 días cada 52 años, para restar después 25 días cada 3 172 años. Esto
daba por resultado el calendario más preciso del mundo.
Después de muchos estudios y discusiones científicas, se ha
establecido como el día de inicio del calendario maya el 11 de agosto de 3 114
a.c.
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